Carles Font

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lunes, octubre 30, 2006

Las colinas tienen ojos


Los remakes de películas de terror de los años sesenta y setenta que están haciendo ahora son la mayoría deprimentes. Hace poco vi el remake de La profecía, una gran película de terror de finales de los setenta sobre el niño Damien (el hijo del demonio) con Gregory Peck y Lee Remick, y es vergonzosa. A parte de copiar plano por plano no tiene ninguna gracia. Lo mismo con la nueva versión de La matanza de Texas, La Niebla,...
Y me enteré que habían hecho una nueva versión de una peliculilla también de finales de los 70 de Wes Craven titulada Las colinas tienen ojos. Creo que la vi por primera vez en Noche de Lobos que presentaba José Luis Goas en Antena 3 hace años y me impactó. No dejaba de ser una película barata, con pocos medios y con argumento tópico. La típica familia americana que se pierde en el desierto de Nuevo México y que es atacada por una banda de antropófagos nacidos después de pruebas radioactivas en este desierto. Pero tenía su gracia con el inolvidable Michael Berryman, aquel calvo con cabeza cónica, y planteaba como unas personas normales y corrientes pueden convertirse en unos locos asesinos en una situación extrema (que ya antes lo había planteado Sam Peckinpah en Perros de Paja con un joven Dustin Hoffman).
La nueva versión no está nada mal. Es del francés Alexandre Aja, director de otra película de terror psicológico como Alta tensión. Además hay escenas muy buenas, como cuando el demócrata de la familia (todo el resto son del partido de Bush, incluídos yo diría que los dos pastores alemanes que llevan. Qué mala leche tiene uno de ellos cuando se entera que han destripado a su compañero canino. El sólo se podría haber cargado toda la familia antropófaga) encuentra un gran cráter con los coches de las anteriores presas de la familia caníbal. También destacaría la escena cuando el mismo personaje entra en el antiguo pueblo minero donde habitan estos caníbales que no huyeron cuando el gobierno norteamericano hizo las pruebas nucleares en Nuevo México después de la 2ª Guerra Mundial. Y así nacieron los pobres: deformes, con cabezas monstruosas, y olvidados por todo el mundo. Os la recomiendo, aunque el final sea un poco decepcionante. Pero intentaré no quedarme nunca solo en medio de un desierto, y menos en las colinas desérticas de Nuevo México (aunque el film se rodó en Marruecos, que se está convirtiendo últimamente en un escenario de las películas de Hollywood).

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